domingo, 26 de octubre de 2008

Asesoría legal gratuita al Inquilino

¿Quién dijo crisis?

Publicado en el Semanario TEMAS Venezuela
Opinión
del 24 al 30 de octubre 2008


Maglene Sierraalta


Preocupación en el planeta: caen las bolsas de valores, baja el precio del petróleo, recesión a la vista. Las hipotecas inmobiliarias han sido el detonante de la crisis. Innumerables familias norteamericanas y europeas pierden sus viviendas al no poder honrar sus deudas. Crece la debacle del imperio motivado a la caída de la construcción de viviendas.
El pueblo nuevamente paga todos los desatinos del neoliberalismo. ¡Los platos le revientan en la cabeza al pueblo!
Sin embargo, nuestros amigos especuladores inmobiliarios no ceden a sus aspiraciones codiciosas. ¿Quién dijo crisis para el capitalista venezolano?
Durante la IV República se cocinaron en nuestro país las recetas del Banco Mundial. En 1993 esta organización vislumbró la vivienda como la mercancía apropiada de negocios ante un mercado cautivo necesitado de la misma: la clase media y la clase profesional emergente.
Se creó la matriz económica desde un nivel macro. La vivienda es el motor del desarrollo económico. Activa 37 ramos económicos, genera empleo, consume insumos nacionales y activa al sector financiero. Un fortalecedor y potenciador de la economía popular. La vivienda, alfombra roja para entrar al mundo del crédito.
Sin embargo, una cosa es lo mediático y otra la realidad. Si aplicamos las matemáticas, como diría el Presidente Chávez, llegamos a la eterna conclusión: la clase media y la clase profesional emergente es un mercado insolvente para comprar vivienda de valor especulativo, con sus ingresos familiares normales.
Además, el mercado no quiere ceder en sus aspiraciones codiciosas. Tiene que ofertar al valor máximo real que le puedan pagar.
¿Qué ocurre con el subsidio habitacional?. Las ayudas gubernamentales han resultado negativas al igual que las reinvindicaciones obtenidas por contratos colectivos. Estas se evaporan como la gota de agua en el desierto. El capital siempre querrá las ayudas gubernamentales, ahorros, salario familiar, el de los hijos, nietos y pare de sufrir.
No existe control en el mercado secundario. Avisos de viviendas en los Bloques de Caricuao, 23 de Enero, El Silencio, las cuales fueron construidas como obras de interés social, hoy las ofertan en más de BsF 200.000. Una familia cuyos ingresos sean de 150 U. T., equivalente a BsF 6.900, al mayor crédito que pueden aspirar es de BsF 150.039,29.
Entonces, ¿quiénes pueden comprar estas viviendas? Como diría el Profesor Lupa: ¡Misterios de la Ciencia..!

¿CUÁNTO CUESTA UNA VIVIENDA?

Publicado en
[P12] Semanario|El 82 Las CUATRO Columnas [sábado 25.10.2008]
del Poder Popular para la Vivienda y Hábitat

Farruco Sesto
¿CUÁNTO CUESTA UNA VIVIENDA?

¿Cuánto cuesta una vivienda? ¿Cuánto debería costar?
¿Tiene algún sentido esa locura de precios desorbitados en la que estamos metidos?
¿Responde a algún criterio de lógica social?
Si me lo preguntan diré que en el alto costo de la vivienda tenemos una de las mejores demostraciones de que el sistema capitalista es un fraude. Una estafa. Un sistema de una crueldad infinita y gran inoperancia. Todo lo contrario de lo que proclama.
En efecto, alimentarse, vestirse y hábitat bajo techo deberían ser funciones que estuvieran casi garantizadas, por el hecho de vivir en sociedad, desde el momento en que uno nace. Nadie debería dedicar la mayor parte de su esfuerzo a alimentarse, a procurarse ropa ni a pagar una vivienda. El grueso del trabajo debería hacerse para lograr ir más allá, para aumentar la calidad de vida individual y comunitaria y, fundamentalmente, para dotarse de los bienes espirituales que nos permitan disfrutar a fondo de las relaciones con los demás seres humanos y con la naturaleza.
¡Déjenme especular con las ideas, por un momento! ¿Cuánto tiempo de trabajo debería costarnos una casa? ¿Un año de trabajo de los dos adultos que constituyen la familia? Seguramente mucho menos. No más, me supongo, en ningún caso.
Este es un razonamiento totalmente empírico, y un poco abstracto sin duda, pero yo creo que dos personas trabajando todo un año, pueden producir los materiales necesarios para hacerse una casa y, además, levantarla completa. ¡Hay que ver lo que se puede hacer en cuatro mil horas de trabajo humano, que es más o menos eso!
Además la construcción personalizada y basada en los sistemas tradicionales populares tal como se ha hecho a lo largo de la historia en las distintas culturas, demuestra que estamos en lo cierto. Rapidez, economía y eficiencia eran condiciones obligadas en el pasado. Entonces, me pregunto, ¿Cómo es posible que ahora con el desarrollo industrial alcanzado por la humanidad, nuestra construcción de viviendas sea lenta, costosa y altamente ineficaz? Debería ser todo lo contrario, mejor y más barata.
Un apartamento mediano y normal en Caracas, de los que se venden en el mercado inmobiliario, puede costar, y de hecho cuesta, seiscientos, ochocientos mil bolívares y más. ¿Quién ha llevado su precio hasta esas alturas inalcanzables? ¿Cómo se justifican esos costos si no es a través de la especulación con el suelo urbano, con el transporte ( a pesar de tener la gasolina gratis, nuestro país tiene los costos de transporte a nivel de Europa), con el sistema financiero, y con los precios de los insumos y componentes?
Yo pido que le metamos la lupa a todo eso.
Repito: nada justifica los precios actuales de la vivienda.
Le toca al Estado lograr que la vivienda sea un bien accesible. O lo logra, o… lo logra. No hay otra salida.

SUELOS EN EL CONGELADOR

Publicado en
[P12] Semanario|El 82 Las CUATRO Columnas [sábado 25.10.2008]
del Poder Popular para la Vivienda y Hábitat

Héctor Torres C.
SUELOS EN EL CONGELADOR
Si uno observa el centro de Caracas, la primera impresión que tiene es que se trata de un lugar con una densidad brutal en el que no cabe nadie más. En parroquias como Santa Teresa o Santa Rosalía, las torres de viviendas de más de veinte pisos, vistas desde la distancia, conforman una imagen impactante que encubre lo que sucede en su interior. Pero si uno se introduce en el lugar, transitando sus calles como un observador acucioso, la experiencia revela una realidad de la que la mayoría de la gente no se percata: en una gran cantidad de parcelas no se han construido esos grandes edificios, por el contrario, en esas parcelas se mantienen construcciones de baja altura (uno o dos pisos) muy deterioradas o degradadas, algunas totalmente transformadas con la perdida consecuente de valores patrimoniales.
¿Por qué sucede lo descrito? Pues resulta que las ordenanzas de zonificación vigentes, que regulan lo que se puede hacer, establecen condiciones a las parcelas para que sea posible construir esos grandes edificios. Concretamente, las condiciones se refieren a las dimensiones de las parcelas en cuanto al área y a la longitud del frente. Mientras las parcelas existentes tenían frentes entre los seis y los nueve metros, para los planes reguladores, los vialistas a partir de unos estudios determinaron, en función de unos criterios muy generosos para los automóviles y muy mezquinos con el peatón, que las parcelas debían tener un frente mínimo de dieciocho metros para resolver los estacionamientos con entrada y salida de vehículos separadas. Por otro lado, se establecieron áreas mínimas de parcela desde una visión de desarrollo rentista en extremo.
La apuesta de los planificadores era que, por medio de la compraventa, los grandes inversionistas desplazaran a los pequeños propietarios logrando integrar varias parcelas, para así cumplir con los requisitos de desarrollo. Estas determinaciones terminaron chocando con la realidad en tanto las parcelas del centro de la ciudad, debido a su origen no se ajustaban a esas exigencias y la apuesta de los planificadores no se cumplió. Una gran cantidad de pequeños propietarios no fueron atraídos por el libre juego del mercado y no vendieron, en otros casos, el caráter aleatorio del proceso, al desarrollarse sin orden, dejó en la imposibilidad física de cumplir con los requisitos exigidos a muchas parcelas, al quedar como residuos que nunca podrían juntar el frente mínimo para desarrollarse.
Así, la combinación de dos grandes negocios, el automotriz, que fue favorecido al privilegiar desde la ordenanza al transporte individualizado, y el inmobiliario, sólo para los grandes inversionistas, terminó estableciendo límites al desarrollo urbano al dar como resultado el congelamiento del suelo urbano. La avaricia de unos pocos con la anuencia del Estado burgués condena a la mayoría al drama del deterioro y la degradación. ¡Negocio redondo!