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[P12] Semanario|El 82 Las CUATRO Columnas [sábado 25.10.2008]
del Poder Popular para la Vivienda y Hábitat
[P12] Semanario|El 82 Las CUATRO Columnas [sábado 25.10.2008]
del Poder Popular para la Vivienda y Hábitat
Héctor Torres C.
SUELOS EN EL CONGELADOR
Si uno observa el centro de Caracas, la primera impresión que tiene es que se trata de un lugar con una densidad brutal en el que no cabe nadie más. En parroquias como Santa Teresa o Santa Rosalía, las torres de viviendas de más de veinte pisos, vistas desde la distancia, conforman una imagen impactante que encubre lo que sucede en su interior. Pero si uno se introduce en el lugar, transitando sus calles como un observador acucioso, la experiencia revela una realidad de la que la mayoría de la gente no se percata: en una gran cantidad de parcelas no se han construido esos grandes edificios, por el contrario, en esas parcelas se mantienen construcciones de baja altura (uno o dos pisos) muy deterioradas o degradadas, algunas totalmente transformadas con la perdida consecuente de valores patrimoniales.
¿Por qué sucede lo descrito? Pues resulta que las ordenanzas de zonificación vigentes, que regulan lo que se puede hacer, establecen condiciones a las parcelas para que sea posible construir esos grandes edificios. Concretamente, las condiciones se refieren a las dimensiones de las parcelas en cuanto al área y a la longitud del frente. Mientras las parcelas existentes tenían frentes entre los seis y los nueve metros, para los planes reguladores, los vialistas a partir de unos estudios determinaron, en función de unos criterios muy generosos para los automóviles y muy mezquinos con el peatón, que las parcelas debían tener un frente mínimo de dieciocho metros para resolver los estacionamientos con entrada y salida de vehículos separadas. Por otro lado, se establecieron áreas mínimas de parcela desde una visión de desarrollo rentista en extremo.
La apuesta de los planificadores era que, por medio de la compraventa, los grandes inversionistas desplazaran a los pequeños propietarios logrando integrar varias parcelas, para así cumplir con los requisitos de desarrollo. Estas determinaciones terminaron chocando con la realidad en tanto las parcelas del centro de la ciudad, debido a su origen no se ajustaban a esas exigencias y la apuesta de los planificadores no se cumplió. Una gran cantidad de pequeños propietarios no fueron atraídos por el libre juego del mercado y no vendieron, en otros casos, el caráter aleatorio del proceso, al desarrollarse sin orden, dejó en la imposibilidad física de cumplir con los requisitos exigidos a muchas parcelas, al quedar como residuos que nunca podrían juntar el frente mínimo para desarrollarse.
Así, la combinación de dos grandes negocios, el automotriz, que fue favorecido al privilegiar desde la ordenanza al transporte individualizado, y el inmobiliario, sólo para los grandes inversionistas, terminó estableciendo límites al desarrollo urbano al dar como resultado el congelamiento del suelo urbano. La avaricia de unos pocos con la anuencia del Estado burgués condena a la mayoría al drama del deterioro y la degradación. ¡Negocio redondo!