Publicado en el Diario VEA,
miércoles 16 de julio de 2008 - Editorial pág.7
miércoles 16 de julio de 2008 - Editorial pág.7
El enorme déficit de viviendas es una de las más pesadas cargas heredadas por la revolución bolivariana por más de cuarenta años de gobierno sin capacidad gerencial, pero sobre todo sin preocupación por los requerimientos de las capas pobres de la población. Multitud de ministros, institutos y funcionarios consumieron cuantiosos presupuestos sin más resultados que el crecimiento de una voraz burocracia amamantada al amparo de una de las necesidades más apremiantes de la familia venezolana.
Los planes de vivienda de la vieja política nunca tomaron en consideración el crecimiento de la población. Cada año, miles de nuevas solicitudes se sumaban al acumulado convirtiendo el déficit de viviendas en una gigantesca brecha cada vez más difícil de cubrir.
Al llegar Chávez a la Presidencia de la República se encontró con la más completa ausencia de una certera política de proyectos habitacionales y, en paralelo, una agresiva presión social de centenares de miles de venezolanos y venezolanas carentes de viviendas.
La creciente demanda de viviendas pasó a estar en el tope de las exigencias populares, con el agravante de multitud de barrios mal construidos en zonas de alto riesgo, lo que requiere soluciones urgentes. El problema se complica por la insuficiencia en la producción de los insumos necesarios para la construcción, sus altos precios y los problemas de la dotación de los servicios necesarios.
El Gobierno Revolucionario está haciendo un esfuerzo gigantesco para atender la demanda de viviendas en un país de acelerado crecimiento demográfico y de una desordenada urbanización. Habrá que acudir a soluciones que incorporen masivamente a la población. La carga es demasiado pesada para asumirla exclusivamente el Estado.
En otros países se han ensayado planes de construcción de viviendas con participación de cooperativas supervisadas, programas de autoconstrucción, incentivos para la iniciativa privada, financiamiento de proyectos de organizaciones sindicales y consejos comunales, algunos de los cuales podrían evaluarse para aplicarlos en el país de acuerdo con las peculiaridades venezolanas.
No hay mucho tiempo para ensayar porque cada año aumenta más la demanda de viviendas, crecen los barrios en condiciones deplorables y se extiende la presión social y política de los sin techo.
Los planes de vivienda de la vieja política nunca tomaron en consideración el crecimiento de la población. Cada año, miles de nuevas solicitudes se sumaban al acumulado convirtiendo el déficit de viviendas en una gigantesca brecha cada vez más difícil de cubrir.
Al llegar Chávez a la Presidencia de la República se encontró con la más completa ausencia de una certera política de proyectos habitacionales y, en paralelo, una agresiva presión social de centenares de miles de venezolanos y venezolanas carentes de viviendas.
La creciente demanda de viviendas pasó a estar en el tope de las exigencias populares, con el agravante de multitud de barrios mal construidos en zonas de alto riesgo, lo que requiere soluciones urgentes. El problema se complica por la insuficiencia en la producción de los insumos necesarios para la construcción, sus altos precios y los problemas de la dotación de los servicios necesarios.
El Gobierno Revolucionario está haciendo un esfuerzo gigantesco para atender la demanda de viviendas en un país de acelerado crecimiento demográfico y de una desordenada urbanización. Habrá que acudir a soluciones que incorporen masivamente a la población. La carga es demasiado pesada para asumirla exclusivamente el Estado.
En otros países se han ensayado planes de construcción de viviendas con participación de cooperativas supervisadas, programas de autoconstrucción, incentivos para la iniciativa privada, financiamiento de proyectos de organizaciones sindicales y consejos comunales, algunos de los cuales podrían evaluarse para aplicarlos en el país de acuerdo con las peculiaridades venezolanas.
No hay mucho tiempo para ensayar porque cada año aumenta más la demanda de viviendas, crecen los barrios en condiciones deplorables y se extiende la presión social y política de los sin techo.