domingo, 13 de julio de 2008

Soy inquilino

Publicado en el Semanario TEMAS
el viernes 12 de octubre de 2007

Quien no lo siente, no lo puede ejecutar”
Juan Legido
Luis Alberto Matos

Durante toda mi existencia he sido inquilino. Cada vez que llega el final del mes, pago un derecho por ocupar un espacio, un hábitat y un sitio para los míos. Y creo firmemente que hago lo correcto.

No estoy en absoluto de acuerdo con lo que al respecto escribió el filósofo Pierre Joseph Proudhon. Me parece increíble que la misma persona que acusó: “Cualquier tipo de propiedad es un robo”, luego pueda afirmar que “La abolición de la vivienda de alquiler es una de las aspiraciones más fecundas y más elevadas”, introduciendo así el principio de la propiedad colectiva de la vivienda, antecesora de la actual especulación en las ventas de propiedad horizontal.

No veo ninguna utilidad en firmar un contrato que me amarraría, de por vida, a pagar no sé cuánto, ni por cuánto tiempo. ni por cuáles causas, a no sé quienes. Y lo peor de todo es que, en tal caso, no me ataría a mi solito.

Quienes me heredasen, mi compañera, mis hijos y hasta mis nietos, inocentes del chimbo negocio que hizo su esposo, su papá o su abuelo, tendrían que seguir pagando (ad eternum, ten la seguridad) una deuda que ni siquiera puedo decir que es mía, que no puedo hacer de ella lo que me convenga, y que ni siquiera me puedo llevar el objeto adquirido para ninguna parte.

“Y hasta mi alma se la debo al patrón” sonaba aquél lamento que un afrodescendiente cantaba a mitad del siglo pasado, denunciando al mundo que aún seguía siendo un esclavo. Sólo que sus cadenas de hoy son aún más fuertes que las que sus antecesores trajeron desde su continente hace ya varios siglos. Al liberarlo, no le dijeron que tendría que seguir trabajando para pagar una fracción del espacio que ocupó su antecesor.

Desde hace más de un siglo se ha incrementado esta idea de resolver el problema de la vivienda exclusivamente por intermedio de un proceso de compra. Perfectamente entendible cuando me lo dice el vendedor. Pero ¿como aceptar que la gran mayoría de los gobernantes crea que es la única solución?

Si en un acto que sólo puede ser “historia-ficción”, se me permitiera reunir a todos nuestros gobernantes, incluyendo principalmente Diputados de la Asamblea Nacional, Ministros del Gabinete, Gobernadores y Alcaldes, y les solicitara “Favor levantar la mano aquellos de ustedes que sean inquilinos” ¿Cuál sería el verdadero porcentaje de manos levantadas?

¿Cuántos de ellos entonces sienten de verdad el problema? ¿A cuántos los han amenazado, tras décadas de vivir en un edificio viejo, con echarlos a la calle a pesar de haberles incrementado “ene” veces el canon de arrendamiento? ¿A cuántos de ellos les han cortado el agua, la luz y hasta el derecho de estacionar? ¿Cuántos de ellos de verdad saben que hay propietarios de centenares de apartamentos alquilados que, evidentemente, no los requieren “para sus familiares directos”?

Es insólito que el arrendamiento esté fuera del sistema de proyectos de vivienda a nivel nacional, en detrimento de la familia. Urge reconocer y proteger a la figura del Arrendamiento como una solución alterna y válida.

Seguiré siendo inquilino. Y como yo, seguirán muchos. Ni el Estado, ni el Gobierno, ni la oposición, ni el mercado, podrán quitarme mi derecho a defender mi futuro, y el de los míos, contra ese monstruo de mil cabezas que los tiene convencido que todos debemos trabajar para él.

Menos mal que al Presidente Chávez le gustan las matemáticas. El sabe que con las escasas cifras que le informan sobre los avances de la construcción de viviendas ni siquiera se mantiene la escasez al mismo nivel. El sabe que las ya construidas son parte de la solución. El sabe que el latifundio inmobiliario es una realidad. El sabe que mucho dinero mal habido está convertido en espacios que ni son vendidos, ni arrendados, ni cedidos, a la espera de no se sabe, pero que si se sospecha qué. El bien sabe que la solución no está en convertirnos a todos en esclavos vitalicios.