Los
chismes afectan profundamente a la reputación de una persona y
condicionan el comportamiento de los demás hacia ella por encima de la
información objetiva, de acuerdo con los resultados obtenidos durante un
estudio hecho en Alemania.
El experimento muestra que las personas condicionan sus actitudes hacia los demás, en función de la información que les llega acerca de ellos más que por los rasgos objetivos que puedan llevar a advertir por sí mismos.
De hecho, los rumores tienen inclusive el poder de aumentar o de reducir la cooperación entre las personas, porque la mayoría ajusta su propia visión del mundo a la que le dan los demás.
El experimento muestra que las personas condicionan sus actitudes hacia los demás, en función de la información que les llega acerca de ellos más que por los rasgos objetivos que puedan llevar a advertir por sí mismos.
De hecho, los rumores tienen inclusive el poder de aumentar o de reducir la cooperación entre las personas, porque la mayoría ajusta su propia visión del mundo a la que le dan los demás.
Los rumores son las especulaciones no confirmadas acerca de un objetivo determinado.
Se consideran información no contrastada, que rara vez se difunde
abiertamente, lo que no impide su rápida expansión, y suelen carecer de
una fuente original bien definida. A pesar de todo, parece que los seres
humanos tendemos a considerarlos verdaderos sin dudarlo
Según los expertos, y desde una perspectiva evolutiva, los rumores son funcionales como herramienta para construir y manipular las reputaciones, además de ser (indudablemente) una manera de entretenerse, una distracción. Pero, también, pueden originar comportamientos negativos hacia otras personas porque afectan a las opiniones que nos formamos sobre los demás
Para determinar hasta qué punto condicionan dichos comportamientos, integrantes del Instituto Max Planck de Biología Evolutiva, en Plön, Alemania, e investigadores de la Universidad de Viena, realizaron un estudio basado en un juego, cuyos resultados salieron publicados en la revista Proceedings of The National Academy of Sciences.
Según los expertos, y desde una perspectiva evolutiva, los rumores son funcionales como herramienta para construir y manipular las reputaciones, además de ser (indudablemente) una manera de entretenerse, una distracción. Pero, también, pueden originar comportamientos negativos hacia otras personas porque afectan a las opiniones que nos formamos sobre los demás
Para determinar hasta qué punto condicionan dichos comportamientos, integrantes del Instituto Max Planck de Biología Evolutiva, en Plön, Alemania, e investigadores de la Universidad de Viena, realizaron un estudio basado en un juego, cuyos resultados salieron publicados en la revista Proceedings of The National Academy of Sciences.
El
experimento consistió en dar 10 euros por cabeza a un total de 126
estudiantes (14 grupos de nueve estudiantes cada uno), con el objetivo
de llevar a cabo un juego en el que cada individuo iba cambiando de
pareja. Cada vez que alguno tenía una nueva pareja, debía ofrecerle 1,25
euros. Si llegaban a un acuerdo, los investigadores sumaban además
otros 75 céntimos, por lo que el receptor finalmente ganaba 2 euros.
Si el primer jugador se negaba a dar dinero, ahorraba 1,25 euros, pero si los otros descubrían su tacañería podían posteriormente no ser generosos con él. Según iba progresando el juego, y se iban alternando las parejas y sus papeles como donantes y receptores, los jugadores iban dando información a los demás acerca de las decisiones que sus antiguos compañeros habían tomado
Así, cuanto más generoso había sido anteriormente un compañero, más tendientes a darle eran el resto para con él y viceversa: si tenía fama de tacaño, los demás se resistían a darle el dinero. Hasta aquí, como se predecía, el rumor propiciaba la reciprocidad indirecta, y el comportamiento generoso inducía a la cooperación del resto del grupo.
Si el primer jugador se negaba a dar dinero, ahorraba 1,25 euros, pero si los otros descubrían su tacañería podían posteriormente no ser generosos con él. Según iba progresando el juego, y se iban alternando las parejas y sus papeles como donantes y receptores, los jugadores iban dando información a los demás acerca de las decisiones que sus antiguos compañeros habían tomado
Así, cuanto más generoso había sido anteriormente un compañero, más tendientes a darle eran el resto para con él y viceversa: si tenía fama de tacaño, los demás se resistían a darle el dinero. Hasta aquí, como se predecía, el rumor propiciaba la reciprocidad indirecta, y el comportamiento generoso inducía a la cooperación del resto del grupo.
Más fuertes que la verdad
Lo desconcertante fue que en varias rondas de este mismo juego se le hizo llegar a cada uno de los donantes tanto rumores (positivos o negativos) sobre los demás jugadores receptores como hechos probados, con un registro del comportamiento previo de éstos como donantes.
Así,
se descubrió que los jugadores seguían estando influenciados por los
rumores a la hora de tomar sus decisiones, aunque desconocieran su
fuente o fiabilidad, e incluso teniendo acceso a la información directa u
objetiva, que podía contradecir al rumor: en promedio, la cooperación
aumentó en un 20% si el rumor era positivo, y decayó en el mismo
porcentaje si el rumor era negativo.
Los
científicos señalan que el estudio evidencia que los rumores tienen un
enorme potencial manipulador porque la gente tiende a ajustar su propia
visión del mundo a la percepción de éste que tienen los otros. Además,
transmiten con enorme eficiencia la información social.