¿A qué vino el ser humano al mundo?
Suele preguntarse el ser
humano: ¿a qué vino al mundo? Desde siempre, la duda ha surgido y, como todas
las interrogaciones, ha sido objeto de respuestas, investigaciones y
meditaciones; e incluso de apropiaciones, directas o indirectas, del trabajo,
el pensamiento, la idea y la voluntad de otros seres.
Mi primer hábitat |
Y las respuestas han abundado
desde siempre; y hoy aún subsisten varias, con algunas muy influidas por la
voluntad de otros, no necesariamente por el bien común.
La teoría científica, desde
Darwin y otros que han analizado la evolución de las especies, nos afirman que
venimos al mundo a procrearnos. a preservar la especie, a dejar descendientes
que sigan nuestro camino y lo vayan haciendo cada vez mejor. De allí el ascenso
científico y tecnológico desde el petroglifo hasta el correo electrónico, desde
Filipides corriendo con el mensaje hasta el twitter, desde el grabado hasta la
foto cuatridimensional, y desde el garrote y la espada hasta la bomba de
neutrones y el misil en órbita.
Otros aseguran que vinimos al
mundo a adorar a Dios. A ese ser que guía nuestros destinos, pasados y futuros,
premia y castiga. Ese Superpoderoso, presente en todas nuestras culturas, con
sus diferentes formas, inspiración a científicos, unión para pueblos, asiento a
familias. e incluso en provecho propio con abusos del trabajo ajeno.
El artista, el científico, el
creador, hace de su quehacer la razón de su vida. Aunque tampoco han faltado
quienes suponen que la única y verdadera meta es divertirse. Y para otros
parece ser la de acumular riquezas materiales.
En Venezuela nos han hecho
creer que el ser humano vino al mundo a poseer una vivienda. “Tener mi casita”,
oí desde niño. Hoy casi “se conforman”, “aunque sea con un apartamentico”.
Nos han sustituido la
necesidad básica de cobijo, asiento y abrigo, por la posesión de una vivienda.
Y los créditos hipotecarios esclavizan a toda la familia, para comprar algo
cuyo valor es sólo base de nuevos créditos, que jamás cancelarán.
Ese vendedor, ese
“inversionista inmobiliario”, descendiente directo del invasor de tierras, y
sus diferentes formas comerciales, empresariales, administrativas y jurídicas,
ha sido el único beneficiario de tanto trabajo mal inducido con esa idea de
“tener mi casita”
Luis Alberto Matos
Inquilino vitalicio y economista Promoción
Carlos Marx UCV 1961
luisalbertojaquematos@gmail.com