En promedio, diez estadounidenses se van a vivir a una carpa cada día
La miseria que la crisis destapó
Por: Angélica Lagos Camargo
En ciudades como Fresno, Reno, Sacramento y Seattle están surgiendo campamentos de pobres. Miles de norteamericanos están viviendo en carpas, carros o moteles baratos porque no pueden pagar una casa.
Los hogares de la crisis
Carol Carlile camina por entre algunas de las carpas instaladas en un campamento para gente sin casa en Sacramento, California.
Jennifer Thompson, una mujer de 45 años, casada y con tres hijos, perdió su puesto en la sucursal de General Motors, en California. “Estaba en la parte administrativa, me encargaba de autorizar los recortes de personal”, recuerda con ironía. Con el despido, llegaron otros problemas: no pudo seguir pagando la hipoteca de su casa y el banco la desalojó junto con su familia.
Para poder cubrir otras deudas acumuladas, Jennifer y su marido cancelaron el seguro médico y vendieron los muebles, electrodomésticos y videojuegos. El dinero apenas les alcanzó para pagar lo más urgente y vivir durante tres meses en un motel de mala muerte, en Venice, la playa hippie de Los Ángeles.
Por US$400 al mes, la familia de Jennifer vivió hacinada en una pequeña habitación: ella, su esposo y uno de los hijos compartían la cama, y los dos niños más pequeños dormían en un sofá. Según pudo comprobar Dan, el esposo de Jennifer, 20 familias más ocupaban varias habitaciones del motel.
Con apenas unas monedas en los bolsillos, la familia se mudó a su van. Vivió en el carro familiar durante dos semanas y junto con otras diez parejas en problemas formaron una caravana de homeless (sin techo) que circulaban por las calles de Los Ángeles.
Pero tampoco había dinero para la gasolina. Entonces, Jennifer consiguió unas carpas regaladas y se unió a uno de los campos de pobres que empiezan a surgir en varias ciudades de Estados Unidos y que se conocen como tent-cities (ciudades de carpas). Ahora la familia de Jennifer vive en una tienda de campaña como miles de estadounidenses golpeados por la recesión. Resulta que en el país más rico del planeta hay pobreza. Y extrema.
La historia se repite
Estas imágenes no se veían en Estados Unidos desde la Gran Depresión —la crisis económica mundial iniciada en octubre de 1929— que destapó las miserias del imperio: millones de desempleados, gente deambulando de un estado a otro huyendo de la miseria, campos de desplazados y hambre.
Hoy, la historia se repite. La pobreza no sólo golpeó a los ejecutivos de Wall Street, también saltó a millones de hogares de clase media. Sacramento, en California, es uno de los puntos más dramáticos de la decadencia. Se calcula que sólo en esta ciudad, una de las más pujantes del estado, hay cinco campos de refugiados establecidos. En Fresno, Los Ángeles, Ontario, Chattanooga, Tennessee, San Diego, Columbus y Vecine también proliferan las ciudades carpa. “Hoy ves un terreno libre y a la mañana siguiente encuentras a cientos de familias instaladas en carpas”, aseguró Joel John Roberts, director de Path Partners, una organización que ayuda a la gente sin empleo.
La miseria que la crisis destapó
Por: Angélica Lagos Camargo
En ciudades como Fresno, Reno, Sacramento y Seattle están surgiendo campamentos de pobres. Miles de norteamericanos están viviendo en carpas, carros o moteles baratos porque no pueden pagar una casa.
Los hogares de la crisis
Carol Carlile camina por entre algunas de las carpas instaladas en un campamento para gente sin casa en Sacramento, California.
Jennifer Thompson, una mujer de 45 años, casada y con tres hijos, perdió su puesto en la sucursal de General Motors, en California. “Estaba en la parte administrativa, me encargaba de autorizar los recortes de personal”, recuerda con ironía. Con el despido, llegaron otros problemas: no pudo seguir pagando la hipoteca de su casa y el banco la desalojó junto con su familia.
Para poder cubrir otras deudas acumuladas, Jennifer y su marido cancelaron el seguro médico y vendieron los muebles, electrodomésticos y videojuegos. El dinero apenas les alcanzó para pagar lo más urgente y vivir durante tres meses en un motel de mala muerte, en Venice, la playa hippie de Los Ángeles.
Por US$400 al mes, la familia de Jennifer vivió hacinada en una pequeña habitación: ella, su esposo y uno de los hijos compartían la cama, y los dos niños más pequeños dormían en un sofá. Según pudo comprobar Dan, el esposo de Jennifer, 20 familias más ocupaban varias habitaciones del motel.
Con apenas unas monedas en los bolsillos, la familia se mudó a su van. Vivió en el carro familiar durante dos semanas y junto con otras diez parejas en problemas formaron una caravana de homeless (sin techo) que circulaban por las calles de Los Ángeles.
Pero tampoco había dinero para la gasolina. Entonces, Jennifer consiguió unas carpas regaladas y se unió a uno de los campos de pobres que empiezan a surgir en varias ciudades de Estados Unidos y que se conocen como tent-cities (ciudades de carpas). Ahora la familia de Jennifer vive en una tienda de campaña como miles de estadounidenses golpeados por la recesión. Resulta que en el país más rico del planeta hay pobreza. Y extrema.
La historia se repite
Estas imágenes no se veían en Estados Unidos desde la Gran Depresión —la crisis económica mundial iniciada en octubre de 1929— que destapó las miserias del imperio: millones de desempleados, gente deambulando de un estado a otro huyendo de la miseria, campos de desplazados y hambre.
Hoy, la historia se repite. La pobreza no sólo golpeó a los ejecutivos de Wall Street, también saltó a millones de hogares de clase media. Sacramento, en California, es uno de los puntos más dramáticos de la decadencia. Se calcula que sólo en esta ciudad, una de las más pujantes del estado, hay cinco campos de refugiados establecidos. En Fresno, Los Ángeles, Ontario, Chattanooga, Tennessee, San Diego, Columbus y Vecine también proliferan las ciudades carpa. “Hoy ves un terreno libre y a la mañana siguiente encuentras a cientos de familias instaladas en carpas”, aseguró Joel John Roberts, director de Path Partners, una organización que ayuda a la gente sin empleo.
"Cuando veas las bardas de tu vecino arder, pon las tuyas en remojo"